Hablamos con el Ingeniero naval Raúl Podetti. Profesional de vasta trayectoria, destacándose el haber sido directivo de la prestigiosa firma SANYM – hoy extinta – de construcciones navales, fundada por su padre.  En esta nota nos hablará de un sector que en su momento generó miles de empleos y verdadero orgullo nacional. Las políticas de los años 90, afectaron seriamente a la potente industria naval argentina.

 

En primer lugar, Ingeniero Podetti, podría decirnos, las razones para que Argentina tenga una industria naval

A principios del siglo pasado la Armada Argentina tuvo la visión de que para consolidar el Poder Naval se necesitaba de la industria propia. El Almirante Storni en 1916 reclamaba a sus camaradas que la importación de buques militares como solución para la flota era sólo un “espejismo” que solucionaba parcialmente la situación del corto plazo. A esto se sumaron otras mentes desarrollistas a mediados de siglo que vieron en esta industria la capacidad de crecimiento económico y tecnológico nacional y desarrollaron herramientas claves para que esto ocurriese.  En definitiva, fue el resultado de una visión de líderes que confiaron en la capacidad de los argentinos para diseñar y construir unos de los bienes de capital más complejos que hay. Algo similar pasó en los países que aun hoy son los grandes constructores navales. La diferencia es que ellos siguieron teniendo líderes con visión de estadistas.

¿Existen políticas desde el Estado, tanto federal como provincial específicas para el sector naval?

Hace muchos años, más de cuarenta, que se perdió el rumbo por completo y que se empezó a hacer (y se continúa haciendo) exactamente lo contrario que hacen los países a los que les va realmente bien en este sector.

Pareciera que la industria naval argentina se reduce a dos entidades públicas como TANDANOR y Río Santiago. No se habla del potencial del sector privado. ¿Podría hablarnos algo al respecto?

La realidad es muy diferente a eso.  De hecho, en lo que va del siglo, el 95% de las unidades construidas salieron de 14 astilleros privados generando más un 85% del empleo directo de construcción naval y del valor producido.  En ese período los astilleros estatales argentinos, en promedio, generaron unos 200 millones de dólares anuales de pérdidas que pagamos entre todos con nuestros impuestos. Es un claro ejemplo del aporte de la mala gestión estatal para lograr el nivel actual de pobreza extrema y de inmerecido subdesarrollo nacional que se padece.

En 2017 fue sancionada la Ley de Marina Mercante, vetada por el gobierno de aquel entonces. Desde hace años el país no cuenta con una herramienta, adecuada para contar con una flota mercante, con sus ventajas en lo económico y geopolítico (más de US$ 3000 millones se van en fletes marítimos en barcos de otras banderas). En qué situación está dicho marco legal. ¿Existe interés en algún sector político, empresario, gremial, en impulsarlo?

Yo no veo ningún interés real de ningún sector relevante en recrear la Marina Mercante Argentina. Más allá de los discursos, si hubiese interés real, los gremios marítimos flexibilizarían sus altas exigencias y el Estado reduciría la exorbitante carga impositiva y desburocratizaría la actividad portuaria. Gremios y Estado no hacen nada de eso que es lo imprescindible para hacer una Marina Mercante competitiva en el mercado nacional (cabotaje) y regional (Hidrovía). Los empresarios, por su lado, se adaptan a las reglas de juego y en cuanto pueden, emigran a otras banderas (Paraguaya en la Hidrovía) para continuar con su actividad en países con gremios y Estado realmente interesados en tener Marina Mercante.  La cuestión de la Marina Mercante de Ultramar, es mucho más compleja, ya que a lo antedicho se suma la competencia internacional.

Por otro lado, mi opinión es que para solucionar estas cuestiones no son necesarias “Leyes”.  De hecho, ni la Ley de Marina Mercante ni la de Industria Naval (más allá de sus vetos parciales) han modificado nada del escenario anterior. Estas actividades podrían cambiar radicalmente sólo generando algunas sencillas normas de mucho menor nivel que una ley, pero eso requiere una visión de desarrollo propia de líderes estadistas, cosa que no tenemos hace mucho tiempo. Es bastante fácil. No hay que inventar nada. Basta con mirar a nuestro alrededor y entender las cosas que hacen bien los países a los que les va mejor en este sector naval. Finalmente hay que entender que el desarrollo de la Industria Naval no está atado al de la Marina Mercante, ni viceversa. Aun manteniendo a la Marina Mercante sumergida como hizo por décadas, el Estado podría permitir el desarrollo industrial naval permitiéndole participar del mercado local e incentivando las exportaciones navales.

Es importante entender que hay gran independencia entre ambas actividades, la Marina Mercante y la Industria Naval. Por lo tanto, también hay las malas políticas fueron dos diferentes, pero coincidentes en su capacidad destructiva, que viene hace décadas y se mantiene hoy.

La compra de los buques de patrulla marítima a Francia, han sido objeto de críticas de su parte. ¿El sector privado está preparado para satisfacer tales requerimientos tanto para la Armada como Prefectura Naval? ¿Cuál es la razón que los funcionarios recurren a compras externas con sus costos asociados?

Hace muchos años que las compras de barcos de Prefectura Naval (PNA) y de la Armada (ARA) siguen criterios desalineados de los intereses nacionales. Esto es porque los funcionarios civiles y sobre todo militares de ARA y PNA piensan que “su Fuerza Militar” les es “propia” en exclusividad, y no la consideran realmente parte de la Nación como conjunto. Pensando bien, éste sería el problema a resolver modificando la formación de los funcionarios militares de esas fuerzas para que en el futuro sus decisiones estén alineadas a los intereses nacionales. Esto es muy grave. Por eso, a raíz de la compra indebida de cuatro OPV al astillero estatal francés, y más corrupto del mundo, publiqué un libro. En esa novela, el almirante Storni muy preocupado por la traición de los actuales oficiales navales escribe una carta al director de la Escuela Naval Militar, y al final le dice: “…Por último, comparto con Usted esta reflexión e imagen que se me reitera con creciente fuerza en mis pesadillas más recientes: Es sabido que siempre se vive en algún tipo de conflicto. Aunque éste no sea armado, toma otras formas como son las de carácter político, social, o de desarrollo.

Y es allí donde me preocupa la actitud demostrada por nuestra Armada en las recientes compras navales a Francia, de las más importantes de nuestra historia. Si en el grave conflicto social y de desarrollo que hoy vive el país, la Armada se alinea claramente con los intereses franceses, enfrentándose a los argentinos por quienes muestra el máximo desprecio, ¿qué pasaría ante otro tipo de conflicto, por ejemplo, armado? ¿Para qué lado apuntarían sus cañones? ¿Por qué sería distinto en ese caso de lo que es hoy? Esto para mi es mucho más grave que el problema de corrupción que además se vislumbra en este caso.”

El caso de la PNA es increíble. Nunca en toda su vida compró ni un solo barco en el país. Importó todo y siempre en forma muy sospechosa e inconveniente (para los argentinos, claro).

Además del desprecio por los intereses de la Nación, los funcionarios civiles y militares de PNA y ARA involucrados en las recientes compras navales están sospechados de corrupción, que en las compras en el exterior es mucho más fácil de ocultar. Eso es fácil por el casi inexistente sistema de control real de las compras de Defensa y Seguridad de la Argentina, ubicado entre los 30 peores del mundo según el último índice GDI (Global Defense Integrity index) de Transparency International. Personalmente estoy promocionando la denuncia en la Justicia Federal Argentina y ante organizaciones internacionales varios de estos delitos.

La industria naval argentina tiene sobrada capacidad para construir en el país los barcos que compró (y planea comprar) la ARA y la PNA, como lo hacen con éxito todos los países de la región que en su mayoría tienen menos capacidad industrial naval que la Argentina.

Qué medidas puntuales precisa el sector naval para su desarrollo y expansión, no solo en materia de generación de empleos, sino con perfil exportador.

Las mismas que se reclaman desde el sector naval desde hace décadas:

  • Que cese definitivamente la promoción de la importación de barcos usados en condiciones preferenciales. Esto genera una insólita competencia desleal imposible de sortear para cualquier industria por más competitiva que sea.
  • Que se genere un sistema de financiamiento naval adecuado para fomentar la inversión y el empleo. El caso de Brasil es un ejemplo claro con su Fondo de Marina Mercante y su Banco de desarrollo que ofrece mejores condiciones cuanto mayor es el contenido nacional de los barcos.
  • Que se genere un sistema de protección industrial durante un período acotado que incentive al aumento de competitividad y permita generar el volumen necesario para el desarrollo de la cadena productiva.
  • Que en las compras del Estado tenga total prioridad la industria nacional, y si se realiza una licitación internacional ésta sea en condiciones al menos de igualdad y no en contra de los oferentes nacionales como fueron las ultimas del INIDEP (Instituto de Investigación y Desarrollo Pesquero) para comprar buques de investigación.
  • Que los astilleros estatales cesen sus cuantiosas pérdidas y no compitan con los astilleros privados en el rango de buques medianos.
  • Que se dé un especial apoyo al desarrollo de la ingeniería naval argentina y se incremente la inversión en Ciencia y Tecnología en el área naval.
  • Una vez que estas medidas generen suficiente masa crítica en los astilleros nacionales se deberían además generar incentivos (como en todo el mundo) para salir a competir en el mercado externo en el rango de buques medianos en que la Argentina tiene las mayores chances.

Nota original en: https://elminuto.cl/industria-naval-en-argentina-un-activo-estrategico/

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